A la hora de invertir, cada persona tiene sus propios objetivos, su propio nivel de aversión al riesgo y sus propias expectativas de beneficios. Sin embargo, algunas recomendaciones son válidas para todos los tipos de inversores.
Estamos hablando del principio de separación de riesgo, de entender la correlación entre riesgo y rentabilidad, de saber que las rentabilidades pasadas no garantizan las futuras, de no invertir en lo que no se entiende y de tomarse un tiempo de reflexión antes de tomar una decisión.
1. No poner todos los huevos en la misma cesta
Uno de los principios básicos para cualquier inversor es entender que sea cual sea la forma que emplear el dinero, siempre conlleva un riesgo. Guardar el dinero debajo del colchón lo expone al robo o a ser destruido en caso de incendio, en otras inversiones puede haber fluctuaciones importantes de valor de mercado. Siempre hay un riesgo, pequeño o grande, pero siempre presente.
Por muy pequeño que sea el riesgo de perderlo todo, nunca es recomendable depositar todo el dinero en una sola inversión. Basta con elegir dos o tres estrategias diferentes, o más si se dispone de grandes cantidades para invertir.
Quizás una parte del dinero se invierta en bolsa, otra en propiedades inmobiliarias, otra en productos de renta fija como por ejemplo puede ser un depósito, etc. En este aspecto, productos como los depósitos donde la remuneración de intereses es segura, aportará estabilidad y una rentabilidad positiva a nuestra cartera. Aunque como sabemos la rentabilidad depende de la TAE del depósito, existen algunas ofertas como el Depósito Facto, que nos ofrece unos intereses atractivos (de los más altos del mercado) que pueden llegar al 1,50% TAE*, con liquidación trimestral y sin ningún tipo de comisiones. Si quieres saber más sobre este producto, puedes consultar aquí todas sus ventajas.
Además de reducir muy significativamente el riesgo, separar las inversiones tiene otras ventajas, como la disponibilidad de dinero para otras oportunidades.
Por ejemplo, si una persona tiene todo su capital invertido en inmuebles y se encuentra con una inversión que le parece más atractiva, probablemente tenga difícil vender un piso rápido y a un precio adecuado para poder reinvertir el dinero en la otra opción. Si hubiese destinado su dinero en depósitos, o en acciones, hubiera dispuesto de más opciones para obtener el dinero necesario.
2. Riesgo y rentabilidad
Otra cosa que cualquier inversor tiene que tener muy claro siempre es la correlación entre rentabilidad y riesgo. En general, una rentabilidad alta corresponde a un riesgo alto, aunque lo contrario no siempre sea cierto. Eso se debe a que la rentabilidad es la contrapartida del riesgo. Tiene su lógica; si a un inversor se le pide que invierta su dinero en algo, cuanto más riesgo perciba, más rentabilidad potencial necesitará para motivarse a invertir.
Si nos vamos a un caso extremo tendríamos exactamente lo que hacen las loterías. El riesgo de perder el dinero es casi cierto (la probabilidad de ganar es ínfima), pero a cambio nos prometen una rentabilidad gigantesca, como obtener millones por una inversión de dos euros.
Por lo tanto, cada vez que una persona se proponga realizar alguna inversión para obtener una rentabilidad potencial alta, tiene que asumir que el riesgo también es alto, y preguntar para informarse de los riesgos.
No hay rentabilidad alta sin riesgo.
3. El pasado no garantiza el futuro
Muchos hemos visto anuncios en revistas financieras promocionando los mejores fondos del año anterior, con sus impresionantes tasas de interés. A veces incluso vemos titulares como “el mejor fondo de inversión por tercer año consecutivo” o algo similar. Lo que pretenden esos mensajes es hacernos creer una falacia: que los buenos resultados del pasado son extrapolables al futuro. No lo son. Puede que el fondo en cuestión sea gestionado por profesionales muy buenos que lo hagan mejor que la competencia, pero al final lo que más va a pesar es cómo han variado los mercados, y eso no se puede predecir.
En España, durante la burbuja inmobiliaria, asistimos incrédulos a un crecimiento sostenido de los precios durante años y años, a veces con una tasa de dos dígitos. Eso llevó a mucha gente a pensar que los precios siempre subirían, mientras otras personas más prudentes afirmaban que quizás dejarían de subir, pero que no bajarían. Pero bajaron, porque los precios no estaban acordes a la capacidad adquisitiva de los ciudadanos. Esto es solo un ejemplo entre tantos de por qué no hay que pensar que los crecimientos pasados garantizan crecimientos futuros.
Es más, si algo ha subido mucho, probablemente haya que hacerse la reflexión inversa y analizar cuál es la probabilidad de una bajada. Los mercados no son perfectos, a veces suben mucho más de lo razonable y otras veces bajan mucho más de lo lógico. Pero si subieron mucho, es más probable que luego bajen.
4. Entender para invertir
Existen muchas clases de inversiones: algunas son muy fáciles de comprender, otras se basan en mecanismos más complejos. Antes de invertir es imprescindible entender muy bien todos los detalles del funcionamiento, las condiciones particulares y los riesgos de una inversión en concreto.
Hay que leer la letra pequeña, literalmente y en sentido figurado, preguntar todo lo importante sobre la inversión y no solo a quien esté promocionándola, sino a otros profesionales en el tema.
En caso de que no quede algo claro, lo más sabio es desistir. Hay muchas otras opciones disponibles, y meter el dinero en algo que no está completamente claro es arriesgarse mucho a malas sorpresas.
Por ejemplo, invertir en bolsa parece algo muy sencillo: uno compra acciones, espera a que le paguen dividendos o procura vender las acciones a mejor precio más adelante. Pero en realidad, operar en bolsa debería implicar entender los estados financieros de las empresas (especialmente algunos ratios), además de saber analizar tendencias y disponer de un buen sistema de información financiera en tiempo real (para aquellos que quieran comprar y vender acciones para obtener plusvalías). Sin embargo, muchos invierten en bolsa sin casi conocimientos, lo que usualmente no acaba bien.
5. Un tiempo de reflexión
El último consejo es la consecuencia lógica de los demás. Para tomar una decisión informada y racional, para elegir como diversificar los ahorros, para valorar los riesgos, para entender la inversión, hace falta tomarse tiempo. No es bueno precipitarse.
Por eso, ante cualquier inversión, es recomendable tomarse unos días, incluso unas semanas o hasta meses, dependiendo de la magnitud del dinero invertido. No se trata solo de esperar, sino de tener tiempo para valorar bien todo.
*TAE del 0,30% (0,30% TIN) para un depósito a 3 meses, TAE del 1,25% (1,25% TIN) para un depósito a 12 meses y TAE del 1,50% (1,50% TIN) para un depósito a 60 meses. A partir de 10.000€ y con liquidación cada 3 meses. Oferta para particulares.
