Una cartera de inversión es el conjunto de activos con el que un inversor o ahorrador lleva a cabo su estrategia financiera. Es decir, es el conjunto de productos financieros y bienes a los que el ahorrador destina su dinero con el fin de obtener una rentabilidad por ello. El concepto de cartera inversión introduce una visión de global de nuestras inversiones, teniendo muy en cuenta las correlaciones que pueden darse entre los diferentes activos. Así, podemos hacernos una idea de la rentabilidad global que nos puede ofrecer nuestra cartera y también nos ayuda en la toma de decisiones de carácter estratégico. Hoy conoceremos un poco mejor qué es una cartera de inversión y qué debemos tener en cuenta a la hora de configurar la nuestra.
¿Cómo configurar nuestra cartera de inversión?
Al configurar nuestra cartera de inversión, lo que hacemos es elegir una serie de activos de cara a conseguir una rentabilidad económica. A pesar de que a menudo se relaciona el concepto de la cartera de inversión directamente con la inversión en bolsa, lo cierto es que entre los activos que podemos incluir en nuestra cartera puede entrar casi cualquier herramienta económica que nos sirva al fin de aumentar nuestro patrimonio. Así, podemos contemplar la inversión en productos financieros como depósitos a plazo fijo, títulos de deuda pública, planes de pensiones, fondos de inversión, acciones de bolsa, derivados, etc. Y también otras actividades que pueden suponernos una rentabilidad: la compra – venta de bienes inmuebles, la inversión en empresas, etc.
Sean cuales sean los activos con los que queremos conformar nuestra cartera de inversiones, necesitaremos realizar un análisis previo de diferentes factores, de cara a realizar una planificación razonada de nuestras decisiones y movimientos financieros. Para ello, podemos seguir unas pautas y tener en cuenta algunos aspectos clave. Los veremos brevemente a continuación:
1. Definir nuestro perfil inversor
Antes de pensar en qué vamos a invertir, debemos analizarnos a nosotros mismos y conocernos como inversores. Para ello, tendremos que ser capaces de definir nuestro perfil de inversores en relación con nuestra capacidad de tolerancia al riesgo: conservadores, moderados o agresivos. Hecho esto, podremos buscar los activos financieros que mejor se adapten a nuestras necesidades.
2. Fijar nuestros objetivos financieros
Una vez determinados los riesgos que estamos dispuestos a asumir en nuestras inversiones, debemos ser capaces de fijarnos una meta. ¿Para qué invertir? Para comprar una casa, para gozar de mayor tranquilidad durante la jubilación, para afrontar los gastos de los estudios de los hijos, etc. Con estas metas en mente, lo ideal sería que fuésemos capaces de establecer una horquilla de beneficios o un porcentaje de rentabilidad que nos permita alcanzar esos objetivos.
3. ¿En cuánto tiempo?
En el paso anterior, habremos establecido una serie de objetivos financieros. Ahora, debemos establecer un calendario para su consecución. Una cartera de inversión equilibrada debería contemplar diferentes objetivos financieros a corto, medio y largo plazo (de forma aproximada: menos de 12 meses, de 12 meses a 5 años y más de 5 años). Estos datos nos ayudarán también en la elección de los activos que compondrán nuestra cartera. En este punto hay que tener en cuenta que, en términos generales, cuanto mayor sea el plazo de tiempo, mayor será la rentabilidad ofrecida por los productos de inversión.
4. Elegir los activos que conformarán nuestra cartera
En función de nuestra tolerancia al riesgo, de nuestras expectativas de rentabilidad y de nuestros horizontes temporales, podremos comenzar a valorar la incorporación de una serie de productos financieros u otro tipo de activos a nuestra cartera. Tendremos que valorar las condiciones que nos ofrezcan cada producto o cada opción, siendo capaces de determinar sus rentabilidades reales, el nivel de riesgo que entrañan, el tiempo en el que recuperaremos la inversión, etc. Así sabremos si se ajustan o no a las necesidades y objetivos marcados en nuestro plan de ahorro e inversión.
5. Diversificar
Además de valorar cada uno de nuestros activos de forma individual, a la hora de configurar nuestra cartera también tenemos que tener muy en cuenta cómo funcionan en conjunto. Aquí entra en juego el concepto de la diversificación. Sea cual sea nuestro perfil inversor, para montar una cartera de inversión equilibrada, deberemos combinar activos que presenten diferentes niveles de riesgo. Como bien sabemos, el nivel de rentabilidad que ofrece una inversión es directamente proporcional al riesgo que entraña. Con esto en mente, la idea que presenta la diversificación sería la de neutralizar el alto nivel de riesgo de algunos productos financieros incluyendo en la cartera otras opciones de ahorro más seguras. Haciéndolo correctamente, nuestra cartera presentará una rentabilidad potencial óptima, reduciendo el nivel de riesgo global del conjunto de nuestras inversiones. O dicho de una forma más llana, evitaremos meter todos los huevos en la misma cesta. Si somos estrictos a la hora de determinar las rentabilidades máximas y mínimas que ofrece cada producto y equilibramos bien riesgos, lograremos, aún en el peor de los escenarios posibles, no perder dinero.
6. Contemplar los gastos de inversión
Si a la hora de valorar una opción de inversión lo primero en lo que nos fijamos es en los beneficios y en el riesgo, no menos importantes son los gastos asociados que esta entraña: comisiones, gastos de gestión, de mantenimiento, de transmisión, de asesoramiento, etc. Tengamos en cuenta además que los productos financieros están sujetos a tributación, por lo que su fiscalidad será otro de los aspectos a analizar. Para poder optar a obtener la máxima rentabilidad con nuestras inversiones, tendremos que calibrar estos gastos, de cara a conocer la rentabilidad neta de cada producto. Una inversión nunca será adecuada si estos gastos asociados merman en gran medida la rentabilidad prometida.
Ejemplos prácticos
A modo de pincelada y teniendo en cuenta que el análisis previo a la hora de configurar nuestra cartera de inversión debe ser exhaustivo y, en ocasiones, asesorado por profesionales, vamos a ver cómo podríamos estructurar 3 carteras de inversión en función de nuestro perfil de riesgo:
Inversor Conservador
Daremos un mayor peso a las opciones de inversión más seguras, destinando la mayor parte del capital en opciones de renta fija que garantizan la rentabilidad desde el principio:
- 70 % Renta fija: depósitos a plazo fijo, bonos y obligaciones de deuda pública, etc.
- 10 % Otro tipo de inversiones: inversión inmobiliaria, oro, plata, etc.
- 20 % Renta variable: fondos de pensiones y, en general, fondos de inversión de renta variable muy diversificados. Si se invierte en acciones de bolsa, por debajo de un 2 % o 3 % del capital.
Inversor Moderado
Buscaremos un mayor equilibrio entre inversiones de renta fija y de renta variable, aunque las primeras seguirán predominando en nuestra cartera para garantizar la seguridad y la estabilidad de nuestras inversiones de manera global:
- 50 % Renta fija: depósitos a plazo fijo, bonos y obligaciones de deuda pública, etc.
- 10 % Otro tipo de inversiones: inversión inmobiliaria, oro, plata y otras materias primas, etc.
- 40 % Renta variable: fondos de pensiones, fondos de inversión de renta variable diversificados. Si se invierte en acciones de bolsa, por debajo de un 5 % del patrimonio invertido.
Inversor Agresivo
Introduciremos un mayor porcentaje de capital en productos de renta variable, aunque mantendremos siempre el grueso de nuestros ahorros en productos que gozan de una mayor seguridad como son los depósitos a plazo fijo, de cara a que la rentabilidad de estos productos compense las posibles pérdidas de otras inversiones más volátiles:
- 40 % Renta fija: depósitos a plazo fijo, bonos y obligaciones de deuda pública, etc.
- 10 % Otro tipo de inversiones: inversión inmobiliaria, oro y otras materias primas, inversión empresarial, etc.
- 50 % Renta variable: fondos de pensiones, fondos de inversión de renta variable, inversión en acciones de bolsa, productos derivados, etc.
Ahora conocemos un poco mejor el concepto de la cartera de inversión, su importancia para el ahorro y qué factores debemos tener en cuenta a la hora de estructurar la nuestra. Y como hemos visto, los depósitos a plazo fijo tienen un lugar privilegiado entre los productos de ahorro de menor riesgo dentro de cualquier tipo de cartera de inversión. Tengamos un perfil inversión conservador, moderado o agresivo, un depósito a plazo fijo nos ayudará a dar estabilidad y seguridad a nuestra cartera. Además, con depósitos de alta rentabilidad como el Depósito Facto, nos garantizamos que nuestro dinero seguirá creciendo día a día, alcanzando rentabilidades de hasta el 1,25 % TAE* (1,25% TIN) y sin comisiones. Un depósito que podemos contratar en 3 sencillos pasos a través de Internet y en el que nosotros elegimos con total flexibilidad la cantidad a depositar, desde 10.000 € hasta 3.000.000 €, y la fecha exacta de vencimiento de nuestras imposiciones, desde 3 a 60 meses. Una garantía de seguridad para nuestro dinero que debería estar presente en todas las carteras de inversión.
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